Caminaba con mi hija por el supermercado, tranquilamente, añadiendo queso azul al carro, cuando comenzaron los gritos. Insultos terribles de una madre hacia su hijo, algo más pequeño que la mía, tal vez unos siete años. Un niño que apenas susurró algo mirando al suelo como respuesta, no fui capaz de oírle, provocando que los gritos arreciaran.
No voy a reproducirlos. Fue un ataque verbal iracundo, desproporcionado. En el niño no había rabieta, sino algo parecido a la tristeza y la resignación. La madre irradiaba violencia, no una pérdida de control puntual.
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[fa type=»camera”] Autor de la imagen: Sam Rodgers | Flickr