Los adolescentes, aunque no lo parezcan, son terriblemente vulnerables: tienen que lidiar con cambios físicos, emocionales, sociales y familiares y hacerlo todo contando con un sistema nervioso aún inmaduro. Es como si cada día se tuvieran que mirar al espejo y preguntarse: ¿quién soy hoy? Lo que los adultos ven, sin embargo, es la superficie: malas contestaciones, aislamiento, impulsividad, desinterés y actitudes desafiantes. Y cada vez que se les responde a todo eso desde el enfado, las amenazas, fiscalizando sus vidas o con un «haz lo que quieras», lo que ellos entienden es: esto no es un territorio seguro, mejor me alejo.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Diario
[fa type=»camera”] Autor de la imagen: Drew Hays | Unsplash