Yo fui una niña a una bicicleta pegada. Mi orbea amarilla y azul, con gruesas ruedas de tacos, fue mi fiel compañera muchos años. Recuerdo que cuando era más pequeña imaginaba que era un caballo o el coche fantástico, siempre fue mi manera de acercar distancias entre mi casa y las de mis amigos. Nunca me fallaba, los pinchazos los arreglaba eficazmente mi abuelo y los trastazos contra las zarzas los sufrimos juntas. Fui una niña ágil, sana y resistente, y estoy convencida de que en parte fue por mi vieja orbea.
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