Ni mis padres ni los de mis compañeras del equipo de baloncesto del colegio en el que jugaba vinieron a vernos jamás a un partido. Recuerdo excepcionalmente cómo mi padre se acercó a una final que disputamos y, tras vencer, nos invitó a todas a una Coca-Cola. Desde entonces, para referirse a él me decían: “Tu padre es el de la final, ¿no?”. Había hecho algo extraordinario que en la época no se estilaba.
Ahora no solo no nos perdemos ni un partido, sino que somos como drones que sobrevolamos cada uno de los aspectos antes, durante y después del juego. Muchas veces, la mayoría, interfiriendo sin necesidad.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Independiente
[fa type=»camera”] Autor de la imagen: Jason Blackeye | Unsplash