Esta mañana mi hija no irá al colegio. No irá porque somos objetores, como muchos de sus compañeros y profesores, a las pruebas de la Lomce organizadas por una empresa externa que está recorriendo esta semana los centros educativos madrileña para examinar a alumnos de cuarto de la ESO y de tercero y sexto de Primaria.
Exámenes que ignoran la individualidad de cada niño; que tampoco tienen en cuenta las características de los distintos centros, como es el caso del de mi hija, que apuesta por innovar mediante el trabajo por proyectos y la limitación de deberes, exámenes y libros de texto.
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