Se despertó sobresaltado. De repente, le entró la duda de pensar si a lo largo de la noche habría ocurrido lo que desde hace días llevaba tiempo esperando. Horas antes, el diente que durante semanas se había ido descolgando de su encía, cayó sobre su lengua mientras daba un bocado a ese fabuloso bocadillo de chorizo. Al fin, -pensó-, ya lo tenía entre sus dedos y estaba claro que lo colocaría debajo de su almohada en el mismo instante en que se fuera a dormir. La luz entró por una rendija, se movió con sigilo y, poco a poco, a oscuras, deslizó su pequeña mano debajo de la almohada ante el temor de encontrarlo. No, había desaparecido… y en su lugar el Ratoncito Pérez había depositado dos monedas que destinaría a engrosar la pequeña hucha que tenía sobre su escritorio.
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