Habla al otro lado del teléfono Juan, el nombre ficticio de un hombre condenado por maltratar a su ex pareja. Juan no quiere dar la cara, no quiere decir de dónde es ni a qué programa de rehabilitación de maltratadores está acudiendo. “No quiero que haya una sola pista de quién soy o quién puedo ser. Quiero ese compromiso”. Y con ese compromiso cuenta Juan que al principio gritaba a su ahora ex novia, que más adelante ya le agarraba del brazo, al cabo de unos meses, un empujón contra la pared y, un día cualquiera, le dio un puñetazo en la cara. “Me denunció después de advertírmelo varias veces. Yo le decía que era su culpa, que estaba todo el día por ahí, que buscaba enfadarme… Le decía que había cambiado”, dice.
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