A veces siento que no voy a llegar al final del día sin desmoronarme. Otros días siento que tengo que meter a mis hijos en el coche, cargarlo con nuestras cosas e ir en dirección norte o sur. Hacia el norte si voy a Vermont, para que me ayude mi familia política; hacia el sur si voy a Nueva York, donde están mis competentes padres. Y es que muchos días siento que no soy capaz de superar la jornada yo sola.
Soy incapaz de mantener las energías hasta las 18:30 o las 19:30, que es cuando mi marido aparece por la puerta y por fin puedo tomarme un respiro. O en vez de un respiro, un rato de concentración para terminar algún trabajo.
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[fa type=»file-text»] Fuente: Huffington Post
[fa type=»camera”] Autor de la imagen: David Kessler | Flickr