Al final de la primaria, los niños holandeses suelen visitar algún hogar de ancianos de su localidad. Los alumnos de secundaria también lo hacen, en especial por Navidad, y toman algo con ellos. Una bonita, aunque efímera tradición. Desde que el Gobierno holandés anunciara, en 2013, la sustitución del Estado de bienestar por una “sociedad participativa”, las residencias tradicionales han ido cerrando habitaciones, para que los pensionistas sin problemas motrices, o bien demencia, sean cuidados por familiares, amigos, vecinos o voluntarios. Todos con buena intención y, a veces, poco tiempo. El problema es que el ajuste de entonces, derivado de la crisis, ha alcanzado a los Ayuntamientos, que disponen de menos fondos para gestionar el nuevo modelo de asistencia. Y la soledad de los que siguen en casa es un hecho para 700.000 personas mayores de 75 años, según la Oficina Central de Estadística. El Ministerio de Sanidad considera que “ayudarles es una tarea común”, y acaba de destinar 26 millones de euros para visitarles una vez al año.
Leer más [fa type=»long-arrow-right»]