Las experiencias durante los primeros años de vida pueden repercutir más tarde en la vida adulta. Se sabe, por ejemplo, que en el caso de muchas enfermedades mentales, como la esquizofrenia o la depresión, la genética predispone a padecerlas pero son las experiencias y el entorno en que crece la persona lo que acabará determinando si finalmente desarrolla o no un trastorno. Pero cómo se produce esa negociación entre genes y ambiente hasta el momento se desconocía.
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[fa type=»file-text»] Fuente: La Vanguardia
[fa type=»camera”] Autor de la imagen: Mikel Garcia Idiakez | Flickr