¿Por qué los niños prefieren las chuches a las acelgas? ¿Y a dormir acompañados a dormir solos? ¿Por qué siempre eligen los columpios al colegio? ¿Qué diferencia hay entre estado de ánimo, sensación y emoción? ¿Y entre carácter, temperamento y personalidad? ¿Qué es genético y se hereda y qué es aprendido o cultural? Y por último: ¿qué hace a un niño feliz? En el fondo, todas estas preguntas, que tanto padres como educadores se hacen cada día, se resumen en una pregunta: ¿qué podemos hacer para que la felicidad de nuestro hijo no sea algo circunstancial, sino algo que nace desde dentro de su personalidad y que incluso puede llegar a manejar? No son preguntas fáciles de contestar. Y la última es, en fin, particularmente espinosa.
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