Pasada la semana dedicada a los obstáculos laborales de las mujeres, nos queda alguna duda: ¿Por qué nadie ha hablado como medida más eficaz de conciliación que las jornadas escolares de los niños sean partidas con comedor escolar y más largas? ¿Cómo fue que la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral coincida con la implantación de la jornada continua, desde principios de los 90? ¿Por qué no se pone el acento en las desigualdades sociales que genera, con padres que tienen más recursos para actividades extraescolares, clases de refuerzo, etc? Nos encontramos pues ante uno de esos ejemplos de los misterios de cómo se construyen las agendas políticas de este país. Ahora que la nostalgia de la EGB vende entre los cuarentones conviene recordar que salíamos a las cinco de la tarde. Sin extraescolares.
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