Si habéis viajado a Estados Unidos, recordaréis su aduana, con esos policías gigantescos y muy armados que rebuscan en tus maletas pensando que llevas el típico jamón para vender en el mercado negro.
Este mismo fenómeno, sin las armas, claro, se produce en las escuelas infantiles. La norma es clarísima: no puede entrar comida una vez cruzada la puerta principal.
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