Me llegó hace unos días una carta desgarradora de una mujer de 56 años, que sufrió abusos siendo una niña, desde los 4 a los 12, por parte de un primo diez años mayor.
La carta, que destila amargura y resentimiento casi en cada palabra, está dirigida a su primo, pretende ser un paso más en la sanación de una herida profunda que no termina de parar de supurarle, a pesar de haber engarzado una terapia con otra en todo su recorrido vital.
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[fa type=»file-text»] Fuente: Huffington Post
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