Se evitará aquí hablar de grandes contrastes, puestas de sol jamás vistas antes, y también de la piel como condición más que como un redondo azar. Habrá, como en todos los viajes, una maleta que arrastrar, que traerá cosas y se llevará otras. Una maleta keniana que podría ser panameña, nicaragüense o de Madagascar. Como casi todas, pesa, pero aquí, todos los niños quieren llevarla en volandas, corriendo e incluso dando zancadas. Una maleta Profuturo que viaja desde España hasta lugares del mundo donde no abundan los cables pero sí destellos de lo que, en este lado de la trinchera, cuesta nombrar.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo