Cuando yo era pequeña jugaba en la calle, que es un espacio sin vallas. A veces, al levantafaldas; a veces, al rescate; a veces, a conspirar. Si tenía sed, pedía agua en el bar. A la vuelta, aporreaba los porteros automáticos y decía las palabrotas más gordas que me sabía, como gilipo-y-lo-que-sigue. Hoy los tiempos han cambiado, ya se sabe, y los niños, el primer día que salen solos, van derechitos del portal al botellón. Ponen el Google Maps con destino al parque y así no tienen pérdida.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo