El día que oyes el primer llanto, empiezas a construir un mundo. Lo haces con achuchones, nanas, alimentando al bebé en plena noche, descubriendo cosas y jugando. Es frágil, resplandeciente y hermoso. Rezas para que nada entre sin permiso en ese mundo que estás construyendo. Y escoges con mucho cuidado qué es lo que entra, porque el mundo que estás construyendo no es para ti.
Pero un día el dique se fracturará y empezará a entrar agua.
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[fa type=»file-text»] Fuente: Huffington Post
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