A sus 16 años, Juan -nombre inventado- pegó a su madre cuando ésta quiso obligarle a salir del dormitorio donde llevaba dos años encerrado, con la única compañía de su ordenador y su play station. «Como un zombi abducido», retrata la terapeuta Joana Maria Solano, «sentado, inmóvil, con una consola en la mano, absorto en su tacatá de botones durante horas y horas». Si necesitaba orinar, utilizaba una botella de plástico que depositaba junto a los platos de comida sucios acumulados en su retiro voluntario, rodeado de suciedad. Jugar on line, visionar vídeos en YouTube y hablar con sus amigos virtuales de redes sociales ocupaban su reclusión, jornada tras jornada.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo
[fa type=»camera”] Autor de la imagen: Mark Cruz | Unsplash