Una niña de 10 años cocina a toda máquina mientras se seca las lágrimas y llora desconsoladamente. “Es que estoy muy agobiada”. Es Esther Requena, última ganadora de MasterChef Junior, y una de las favoritas de un concurso que acierta en lo que a la cocina se refiere, pero pincha en los mensajes que manda al público al que está destinado.
Quizá el problema resida en que el formato, creado originalmente para adultos, no está bien adaptado para los más pequeños. “El objetivo del programa debe ser que los niños aprendan y se diviertan, pero si al final solo se premia el sabor, y no otros aprendizajes como el compañerismo, el atrevimiento o la imaginación, los están tratando como adultos y eso es un error” asegura Cristina Barrau, psicóloga infantil.
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