Pensar cómo nos reproduciremos en unas décadas es preguntarnos por los mundos que vamos a habitar, cuáles deseamos vivir y dejar. ¿Qué familias, qué vidas, qué redes de parentesco serán posibles o deseables?, ¿qué identidades, qué crianzas, qué paternidades y maternidades? Siento que proyectar es más fácil para pensar el hoy de la reproducción que conversar sobre el presente: salirnos de la casuística individual, del deseo (o no) propio de crianza. Pensar un futuro justo y factible para la reproducción requiere ampliar los límites de lo imaginable y poner en práctica una valentía política y social que haga, de futuros deseados, futuros posibles.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Diario
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