España es un país con gusto por los extremos, y más por aquellos que se sesgan tanto que terminan tocándose. Es el país con mayores cotas de longevidad de toda Europa, pero es también el que tiene los números más modestos en natalidad, y como una cosa lleva inexorablemente a la otra, en unos años se habrá convertido en un país de viejos, de los más viejos del planeta. Es un problema que se pasea ante nosotros como un gigantesco paquidermo desde hace lustros, que hemos trampeado con flujos inmigratorios cuantitativamente desconocidos en el mundo en el últimos 80 años, y que terminará estallando en nuestras propias narices más pronto que tarde.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País
[fa type=»camera”] Fuente de la imagen: Cinco Días [fa type=»external-link»]