Mayo de 1985. Una mujer corre apurada hacia el hospital en el que está ingresado su bebé recién nacido, que habita en una incubadora. Le toca la siguiente toma y aunque intenta darle el pecho, el niño, furioso, se revuelve. Apenas come. Ella se ha pasado parte de la mañana extrayendo el alimento de su pecho con un sacaleches y lo ha introducido en un biberón que lleva en la mano. «Llego tarde», se dice, y acelera. Al entrar se tropieza, se cae y el biberón se rompe, derramando el líquido. En el suelo, el reguero parece una vía láctea que da origen al desastre. «A la mierda, no puedo más», piensa. La madre es la escritora Elvira Lindo, que recuerda aquella anécdota como el momento en el que decidió que no le daría de mamar a su hijo.
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