Imaginemos esta situación: Once de la mañana de un lunes. Laura, de 13 años, desayuna con una compañera de clase en un banco justo enfrente de su instituto. Suena un aviso de Messenger. Laura mira a su alrededor, pero no ve nada sospechoso, todo el mundo está comiendo el bocadillo, charlando o jugando a básquet, pero está claro que ese mensaje proviene de alguien que la está viendo. No es la primera vez que ese usuario de Facebook desconocido le “abre” en Messenger – inicia una conversación en un chat- para ofenderla o amenazarla.
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[fa type=»file-text»] Fuente: La Vanguardia