Fiebre y tos seca, lagrimeo, congestión nasal, malestar general y dolores musculares. Lo que podría parecer un cuadro catarral típico de invierno, en un niño puede esconder los síntomas de una enfermedad vírica extremadamente contagiosa: el sarampión. Apenas 72 horas después de ese falso catarro aparece el típico sarpullido y enrojecimiento que se extiende desde el rostro a las extremidades y el tronco, y se acompaña de manchas blancas en las mucosas de la boca y fiebre alta.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País
[fa type=»camera”] Autor de la imagen: Sanofi Pasteur | Flickr