Durante meses, a Rose le obligaron a trabajar desde el alba hasta el anochecer, sin salario y bajo la amenaza de recibir una paliza si cometía el mínimo error. Ahora, vive en un refugio para víctimas de trata escondido en un callejón de las afueras de la ciudad de Zanzíbar. Esta niña de trece años tiembla cuando recuerda su experiencia como trabajadora doméstica de una familia rica.
Su recuerdo más vívido es el olor fétido de una pequeña letrina situada fuera de la casa donde la encerraron durante más de 11 horas.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Diario