Recuerdo perfectamente que cuando estaba embarazada de mi primera hija solía soltar un “si puedo, me gustaría dar el pecho” cuando me preguntaban si me había planteado cómo alimentaría a mi retoño. Como si aquello no dependiera de otra cosa que de justicia divina. O qué sé yo. Hasta que un día me dijeron, oye, ¿por qué no vas a poder? Y entonces algo hizo clic. Pues es verdad, si quiero, ¿por qué no voy a poder? Entonces llegó a mis manos Un regalo para toda la vida de Carlos González, un libro con el que descubrí, como quien descubre que los reyes magos no existen, que todas las ideas que tenía en mi cabeza sobre lo que era dar teta se parecían poco a la realidad.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País
[fa type=»camera”] Fuente de la imagen: Casa del Libro [fa type=»external-link»]