Soy de la generación Peter Pan, la de los kidults o adultescentes. La de los que vivieron con sus padres casi hasta los 30 sin más obligación que sobreestudiar. La de los que se compraron un coche y viajaron con sus primeros sueldos. Después, vino el trabajo, pero seguía acompañado de una sensación de ligereza. Quedar con amigos, salir al cine y a cenar, leer, ver series. Cocinar era algo divertido en lo que entretenerse horas cuando quería darle una sorpresa a mi pareja. Si no, podía tirar con cualquier cosa, comida de supervivencia, precocinados, kebabs…
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País