Una, dola, tela, catola, quila, quilete, estando la reina, en su gabinete… La melodía viene sola a nuestra cabeza y seguramente, al entornarla bajito, recordemos el olor de la tierra de aquel parque donde íbamos cada tarde a divertirnos con los demás niños o del campo donde los domingos jugábamos sin parar. A lo que fuera, a veces incluso sin juguetes, sólo hacía falta despegar la imaginación. «¡Otra vez me la quedo yo!», dice María. «¡Es lo que te ha tocado!», responde Álvaro. Los niños tienen que jugar todos los días. Porque luego, cuando sean mayores, eso es lo que recordarán. Por mí y por todos mis compañeros (por mí primero).
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo
[fa type=»camera”] Autor de la imagen: ThomasLife | Flickr