Lucía llegó a pedirle al ginecólogo que le adelantara el parto, que le sacara el niño de dentro. Porque no aguantaba más aquella sequía autoimpuesta y quería volver a consumir lo antes posible.Mila entraba por la puerta de casa y se ponía la bata del marido muerto -concede ahora- para sufrir adrede, sentir la pena de la ausencia y así justificar lo que más deseaba en el mundo: abrir otra botella de vodka.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo