Lucía narra una anécdota de su infancia que seguro no es ajena al lector. Su padre era parco en elogios. Un día le oyó susurrar a un amigo que ella era muy inteligente «¡y lo contaba como si fuera un secreto para que no me lo creyera! ¿Pero qué tiene de malo saberse lista?», se pregunta. Hace unos años los elogios a los hijos eran casi una excepción. No así las críticas y regañinas. Hoy en día, allá donde hay niños, se oye de fondo al coro de padres animadores gritando: «¡Vamos campeón!», aunque sea obvio que el chaval no tiene su mejor día. ¿Por qué elogiamos tanto a los hijos ahora?
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo
[fa type=»camera”] Autor de la imagen: Zivile& Arunas | Unsplash