Sus argumentos pueden ser muy básicos, pero proferidos a un nivel potente de decibelios resultan efectivos. Con frecuencia, inamovibles. No hay manera de acercar posturas, de convencerlos; en definitiva, de llegar a un acuerdo.
La mayoría de las trifulcas con los niños nace de esta incapacidad para negociar entre padres e hijos, o entre hermanos mayores y menores. Y están fundamentadas en un asunto espinoso: la justicia. Que va de la mano de dos sentimientos muy corrosivos: los celos y la envidia.
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[fa type=»file-text»] Fuente: XL Semanal