Desde que en el año 350 antes de Cristo, Aristóteles hablara ya de la receptividad del feto a factores externos, numerosos estudios, especialmente desde mediados del siglo XX, han demostrado los beneficios de la estimulación prenatal en el número de conexiones neuronales del bebé intrauterino. Así, por ejemplo, científicos, como el doctor Thomas R. Verny, autor de La vida secreta del niño antes de nacer y fundador de la Asociación de Psicología Pre y Perinatal de Norteamérica, han corroborado que los bebés que son estimulados durante su estancia en el útero presentan, entre otros beneficios, una capacidad de aprendizaje mayor, duermen mejor, están más tranquilos, tienen mayores tasas de éxito con la lactancia materna y muestran al nacer una mayor capacidad para calmarse cuando oyen sonidos que les resultan familiares de su paso por el útero materno.
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