Celebré mi primer Día de la Madre cuando mi hija mayor tenía tan solo tres meses de vida, inmersa en una nube de nuevas emociones que mi pequeña me había traído. Cuando vas a ser mamá, esperas el momento de tener a tu recién nacido en brazos como el instante de la felicidad absoluta, pero después afloran sentimientos que no sabrías ni nombrar. De hecho, la maternidad se vive de una manera muy diferente según crecen los hijos y maduras como madre. A mí últimamente me invade una especie de frustración por no haber sido ni de lejos capaz de anticipar lo qué iba a suceder cuando me convirtiera en madre.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País
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