Nuestros teléfonos nunca se toman un respiro: al cabo del día, suenan más de mil veces. Al otro lado, hay menores en apuros. La mayoría de veces, tan solo necesitan un poco de orientación. Pero, en otras ocasiones, sus llamadas de auxilio te hielan:
«No puedo más… ya no lo soporto… quiero morirme… ¡Me he cortado las venas!», nos dijo en una ocasión una chica de 16 años encerrada en los baños de su instituto.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País