Si madre solo hay una, abuela hay cientos. Las que trabajan fuera de casa y las que lo hacen solo en casa; las que tienen un abuelo al lado y las que lo dejaron por el camino; las que llevan una existencia pausada y las que aún andan triscando por bares y conciertos de rock; abuelas caseras y abuelas viajeras; las que cocinan de gloria y las que piden una pizza. Abuelas que quieren nietos como las gallinas quieren polluelos, siempre bajo el ala, y abuelas que se debaten entre que los nietos las llamen yayas, bibas, bebas o cualquier nombre inidentificable o simplemente por su nombre de pila. Algunas actúan como si su deber fuera educar a sus nietos como lo hicieron con sus hijos. Otras se convierten en hadas mágicas del consentimiento desmedido. Casi todas relajadas en el trato, por fin disfrutando de un/a pequeño/a sin las angustias de la maternidad.
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