Después de vender todos los muebles de su antigua casa de alquiler de 120 metros cuadrados e irse a vivir a una habitación privada con su hijo, Lucía Cuesta, de 44 años, también tuvo que vender el coche. “Eso fue lo peor”, dice. “Me quitó libertad, me cerró”. De aquello hace ocho años. Los mismos que tiene su hijo Ibu. Y los mismos desde su último trabajo indefinido: jefa de obra. Lo que siempre quiso y para lo que había estudiado: un módulo de FP. Benditos 2000 euros al mes.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País