Sé que no me amparan ni el Código Civil ni los padres buenrollistas, o sea, la tropa militante del respeto y aledaños. Me queda, eso sí, Emilio Calatayud, ese juez manchego que practica pedagogías de posguerra con cuarto y mitad de fregonas y sopapos. Aunque ya sé que no es consuelo, también me queda Rajoy, nuestro ‘presi’ más chispeante. Cierto día, en una tertulia radiofónica, sacó la mano a paseo y despeinó levemente a su vástago con una colleja más mediática que correctora. Tremendo quilombo se formó.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo