Quien no haya asistido nunca a una función de teatro para bebés suele mostrar escepticismo, pero los que lo han hecho, repiten. La emoción que destilan estas obras (cuando son de calidad) tanto en el escenario como en el patio de butacas es de alta intensidad. En realidad, no es entre el patio de butacas sino entre el público porque en estricto sentido, patio de butacas no hay. Las obras para estos espectadores tan precoces observan algunos requisitos y uno de ellos es la proximidad entre escena y espectadores, lo que conlleva que el patio de butacas se transforme en una zona pegada al escenario con tatamis, cojines, pequeños bancos…en los que los niños pueden permanecer sentados con menos rigor y de una manera más acorde a su anatomía, al lado de sus padres.
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