Hoy el hombre se enfrenta al trance de la paternidad con su mochila de expectativas, deseos y miedos propia de un ser programado biológicamente para la crianza de la prole. Y, de ese paso adelante, no sólo se beneficia el padre. La ciencia ha demostrado que la presencia de la figura paterna, diferenciada de la materna, y tan activa como ella, favorece sin duda el desarrollo de los hijos. Porque, con los datos en la mano, el padre no es una «madre con barbas»: su rol específico tiene claves difíciles de imitar.
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[fa type=»file-text»] Fuente: La Razón