Nada más entrar en clase ocurre algo insólito: nada. El aula de quinto de primaria está abarrotada pero nadie me presta la más mínima atención. Doy algunos pasos entre las mesas, me asomo al centro de un grupo de alumnos, pero ninguno levanta la vista. Me ven, pero me ignoran. En mis tiempos, y en otros colegios, cualquier persona, animal o cosa que se manifieste en la puerta de un aula se convierte de forma instantánea en la mejor escapatoria.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo