Si a usted le preguntaran si cree que a los niños españoles les gusta leer, ¿qué contestaría de buenas a primeras? Quizá la respuesta sería negativa o, al menos, una mueca de duda manifiesta. Porque con el día a día que tienen nuestros hijos, con mochilas llenas de textos y libros impuestos por su centro escolar (que no siempre son atractivos para ellos), cuya lectura será luego evaluada, nos resulta difícil que aún tengan la cabeza para leer por placer. Si a eso sumamos que en sus ratos de ocio (e incluso en los de estudio) los vemos seducidos e inmersos en un mundo repleto de propuestas audiovisuales, nuevas tecnologías e innovadores dispositivos y programas que muchas veces ni nosotros sabemos usar, el panorama lector se nos vuelve aún más complejo. Esto, sin olvidar las tardes llenas de deberes escolares y actividades, tras las cuales parece imposible que queden fuerzas, tiempo y ganas para mirar más allá de la primera página de un libro.
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