Vanesa tenía quince años cuando su madre le regaló el primer móvil. Su alegría se convirtió en adicción en pocos meses. El WhatsApp, la red social de mensajería instantánea, fue su condena. Llegó a pasar diecisiete horas enganchada al teléfono. Si su madre se lo quitaba, lloraba como si se hubiera muerto un familiar cercano.
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[fa type=»file-text»] Fuente: La Vanguardia