¿Es usted de esos padres que a la menor crítica de un profesor hacia su hijo monta en cólera en el despacho del director? ¿Y de los que usa el grupo de WhatsApp de padres como si fuera un «tam-tam» contra el centro escolar? ¿O de los que se encarga de levantar, dar de comer y, prácticamente, organizarle la agenda de su vástago pese a que el «retoño» ya tiene 14 años? Hay muchos nombres para referirse a estos progenitores: «padres-chófer», «padres-mayordomo», «padres-dron»… Pero quizá, el término más certero para englobar todos estos estereotipos es la «hiperpaternidad», una tendencia que comenzó a verse a principios de este siglo en EE UU y que, como todo, bueno y lo malo, lo hemos acabado importando en España.
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