Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que a los niños no se les hacía demasiado caso. En vez de prestarles tanta atención, como se hace ahora, se optaba por dejar que se distrajesen solos, e incluso escuchar el famoso «papá, me aburro» era lo más habitual en nuestras casas. En pocos años, los hijos han pasado a convertirse en el centro de la familia y, a menudo, alrededor suyo orbitan los progenitores, dispuestos a ejercer, con la mejor de las intenciones, de superpadres.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo