Fernando, llamémosle Fernando, ojea una revista del corazón. Pasa las páginas rápido, casi sin leer: las claves del divorcio de Brangelina, la nueva novia española de Richard Gere… Tonterías, esta gente no sabe por lo que Fernando está pasando. Le tiemblan hasta las pestañas, ahí sentado en una angosta sala de espera en el centro de Madrid. Su vida va a dar un vuelco, para bien o para mal, en unos minutos. De aquella puerta del fondo saldrá una mujer con una bata blanca que le entregará un sobre con la respuesta a la gran pregunta: ¿es mi hijo realmente mi hijo? Todo está ahora dentro de una máquina que analiza dos diminutos trozos de algodón impregnados de ADN. La máquina elabora dos perfiles genéticos: 16 pares de cifras para Fernando, otros 16 para su hijo. Como en los juegos de encontrar las diferencias, si hay más de dos pares en los que ninguna cifra coincide serán malas noticias.
Leer más [fa type=»long-arrow-right»]