Puede que vivamos en la primera generación de la historia en la que tener hijos no sea meramente una decisión personal, familiar o un mero accidente. Por primera vez, la ciencia pone a disposición de los humanos todo un arsenal de herramientas para elegir cuándo y cómo se procrea. Las técnicas de reproducción asistida han supuesto una de las mayores revoluciones científicas y sociales de la historia de la humanidad. Convertir el acto de la concepción en un objetivo deseable para un número cada vez mayor de hombres y mujeres antaño excluidos de él a causa de un déficit natural no sólo se antoja un avance, sino que parece corresponder al deseo de cualquier amante de las ciencias: que éstas sirvan en bandeja herramientas universales capaces de facilitar un acto tan enriquecedor y libérrimo como el de tener descendencia.
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