Aún corre despavorida cuando oye un avión.Bana Alabed está mustia. Sostiene, adormecida, su barbilla con la mano. «Con tantas comparecencias y entrevistas a duras penas hemos podido descansar desde que dejamos Alepo», confiesa Fátima, su madre. Ahora Bana quiere pastel de chocolate. Ahora no. Ahora un helado, pero Fátima dice que nanai, que no se le ha curado el catarro que agarró hace una semana esperando horas y horas, con un frío glacial, a que se les permitiera salir de la ciudad en guerra. Crónica las desvirtualiza, se cita con ellas en la vida real, en una cafetería de Ankara.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo
[fa type=»camera”] Autor de la imagen: Twitter: @alabedbana