“No la soporto, no la quiero”. Cuando Mercedes Mas Soler verbaliza con esta crudeza sus sentimientos hacia R., la hija adoptiva que había deseado con todas sus fuerzas y con la que durante ocho años intentó superar serias dificultades de adaptación, admite que se siente “una mierda”. Pero si ha accedido a contar su historia a La Vanguardia es porque cree que su experiencia puede ayudar a levantar el tabú que envuelve una situación tan extremadamente dolorosa como una adopción truncada. Una realidad silenciada que, oficialmente, en Catalunya afecta a un 1,5% de las familias adoptivas, porcentaje que se eleva al 6% cuando los niños aterrizan en su nuevo hogar a partir de los 6 años. Según las expertas consultadas por este diario, la estimación podría ser la punta del iceberg, puesto que entre el 30% y el 40% de los ingresados en centros terapéuticos y de acogida de menores son adoptados.
Leer más [fa type=»long-arrow-right»]