Alejandro es solo un niño de 12 años y ya no tiene ganas de vivir, sumido en una profunda depresión desde que a principios de curso fuera agredido nuevamente en el instituto Rosa Navarro de Olula del Río (Almería) por un grupo de menores que le acosa desde que tenía ocho años.
Inmaculada Rivas, su madre, cuenta entre lágrimas que desde entonces Alejandro, quien ha dejado de ir a clase, «ha caído en picado», vive encerrado en su habitación, sufre insomnio, constantes pesadillas, apenas come y es medicado con ansiolíticos y antidepresivos.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo