Contagios lingüísticos: las palabras que vinieron con el virus
Inmersos en plena emergencia sanitaria, nos vemos empleando palabras y tecnicismos que, hasta hace bien poco, eran términos extraños, cuyo significado no conocíamos (ni tampoco, probablemente, su existencia) antes de que la COVID-19 irrumpiera en nuestras vidas, pero que ahora forman parte de nuestra «nueva normalidad».
El mismo nombre de esta enfermedad fue el primer objeto de debate: algunos se referían a ella como el COVID, en masculino, por asociación con los otros virus. Sin embargo, en este acrónimo, no es el termino virus el que se está sustituyendo, sino el término enfermedad, por lo que debemos hablar de la COVID. COVID proviene del latín CO, corona, referido a una cosa curvada o circular; VI proviene también del latín, virus, que hace referencia al agente infeccioso; y, finalmente, la D proviene del inglés, disease, enfermedad. Por lo tanto, este término (COVID) podría leerse como “enfermedad vírica cuyos agentes tienen forma de corona”. En fin, que es la (enfermedad) COVID-19.
Otro término que acaba de entrar en nuestras vidas es el mismo coronavirus, término que no está recogido en el DRAE, pero que entrará a buen seguro como el término estrella del 2020, al igual que videollamada, que tampoco está recogido (aunque sí lo está el término videoconferencia).
En el aspecto político, estas últimas semanas estamos escuchando palabras como cogobernanza (que nos la acabamos de inventar y parece que se refiere a gobernar en conjunto o en coalición). Otras nuevas incorporaciones son, por ejemplo, desescalada, que suena a término relacionado con el alpinismo, pero que quiere decir que bajamos lo escalado, o eso suponemos (vamos, lo de aplanar la curva, para que nos entendamos). También está por ahí desconfinamiento, que, por lo visto, es lo contrario de confinamiento, que, por cierto, forma parte del nutrido grupo de eufemismos que escuchamos estos días: no estamos encerrados, sino confinados; no esperamos crisis, sino crecimiento negativo del PIB… y no olvidemos la distancia social (la COVID también nos ha regalado malas traducciones y calcos del inglés: social distancing debería traducirse por distanciamiento físico, no social).
Asimismo, son muchas las nuevas siglas que hemos incorporado a nuestro lenguaje cotidiano (OMS, EPIs, PCR, MERS, SARS). Cabe mencionar también lo técnicos que nos hemos vuelto en poco tiempo, amén de los formalismos que se nos van contagiando: presentar síntomas, insuficiencia respiratoria, kits de protección, patógenos, incubación, asintomáticos, brote pandémico, propagación, o cepa. Todas ellas serán palabras que a buen seguro utilizaremos en nuestro vocabulario diario, al menos hasta que volvamos a una nueva normalidad (¿cómo se puede volver a algo nuevo?) y recuperemos nuestras rutinas lingüísticas.
Íngrid Gil